jueves, 27 de marzo de 2008

Fragmento Novela 502

La lluvia hacia imposible la visibilidad, mientras tanto, aparcado a un lado de la calle, Gerald … en la tibieza de su auto encendía un cigarro y con la luz interior repasaba la dirección a la que debía ir, no entendía porqué razón, cada vez que le tocaba día libre, llegaba una llamada con trabajo nuevo. Cinco minutos más tardes el agua deja de arreciar, inmediatamente pone el Renault Clio en marcha y llega hasta a la Av. Mornou No. 456. Era un edificio de 10 pisos, color rojo teja y desgastado, subió 8 escalones y vio su rostro distorsionarse mientras se acercaba a la puerta principal; caminó hasta la recepción y se presentó soy el detective… a lo que una voz como de ultratumba completó la frase… Dudier?

El rostro consumido de un señor de 70 y tantos años ayudado por su bastón se acercó al joven detective, las manos temblorosas del anciano pasaba una tarjeta que rezaba Antoine Henri Siles, -soy el dueño del apartamento en donde encontraron el cadáver-, le he estado esperando, pero, al parecer esta maldita lluvia no lo dejaba llegar; ahh, si, la lluvia murmuró Gerald , en ese momento un brillo enceguecedor seguido de un trueno colmó todo el lugar; el Sr. Henry muestra el ascensor, permítame acompañarle dijo Gerald y escuchó cuando Joseph le daba las gracias.

Al llegar al ascensor, ambos intentaron ponchar el botón al mismo tiempo, pero el Sr. Henry se le adelantó, todo un ceremonial para que abriera la puerta, la lentitud propia de la vejez hacía estragos en el aparato. Hasta que el Sr. Henry sacó fuerzas de su casi inexistente cuerpo y abrió la puerta; ya dentro, el chillido de los cables desespera por momentos a Gerald , mientras su acompañante le indica, -antes de subir sentirás una leve sacudida-, pero, no más, y en efecto al cerrar la puerta, llegó la sacudida y comenzó a subir con sus dos integrantes.

En todo el trayecto ni una sola palabra, solo miradas que recorrían silentes cada recoveco del aparato, pero, no se perdían en él, sino que en ocasiones hacían blanco en la vestimenta de cada uno, a veces de refilón, aprovechando los espejos. El sobresalto del aparato indica que llegaron al 5to piso, el policía toma pausa, su respiración entrecortada y arreglaba el nudo de su corbata, a un lado el anciano mantenía su parsimoniosa pose con ambas manos en su bastón. Gerald se percató de que el Sr. Henry llevaba un zapato negro y otro café, aunque del mismo modelo, esta situación le pareció más que extraña, común en personas de su edad.

Salen del ascensor caminan 8 pasos a la derecha y llegan al No. 505, el anciano mete la mano en su gabán buscando a tientas las llaves, abre la puerta y Gerald enciende su linterna en la clásica postura que toman los policías, pero, algo le llama la atención y pregunta al Sr. Henry, por qué su apartamento es el 505 si está entre el 501 y el 503?, debió ser el 502 ?, a lo que el anciano responde, -a lo mejor fue el pintor que puso el número dos inverso- luego del hecho, tuve que hacer “algunos cambios”, algunos cambios….? Si, pinté la puerta principal, luego de que tomaron las huellas y demás, me autorizó la policía adujo. En el interior del apartamento parecía que había caído una bomba, muebles tirados por aquí, cuadros y lámparas tirados por allá, Gerald tenía que abrirse paso en el camino despejando con sus zapatos parte de los escombros; No fue por robo dice a media voz, los objetos de valor aun permanecía en su lugar dijo el Sr. Henry, parece que el móvil fue otro, aparentemente buscaban algo, buscaban? Dijo Gerald , era más de una persona la que entró aquí?, bueno, eso dijo la policía, pero, Gerald siendo policía sabía que ese tipo de detalle no se filtran, pero, el anciano encogido de hombros explica, era un toro, no podía una sola persona con él, toro?, sí, Phillip era un tipo corpulento, un metro noventa de estatura y más de 125 kilos.

Gerald siguió examinando las áreas, entra a la cocina, guante en manos abre el refrigerador, en su interior, leche, cerveza, comida china, pizzas etc., vivía solo aquí?, pregunta y el anciano que aun permanece en la sala contesta, ahhh si, vivía solo, pero, en ocasiones le visitaban “amigas”, ya sabes, eso confirmó en Gerald la presencia de dos latas de cervezas abiertas en la nevera y la caja de pizza tenía más de un pedazo mordido. Cuando llega a la habitación, más comidas, cervezas y un desorden que no era producto del crimen, sino, que atestiguaba la falta de organización del inquilino, pero, en esta requisa, no fue encontrado nada extraño que arrojara la presencia de una mujer en el apartamento, pasa al baño y encuentra la cortina medio abierta, revisa el botiquín, encuentra somníferos, pasta dental y cepillo de dientes que debió haber sido cambiado dos meses atrás, no encontró shampoo, after shave, solo lo básico.

Cuando cierra e botiquín, encuentra la cara del aciano en ella, había caminado sigilosamente hasta la habitación, era un puerco el Phillip ese, tenía quejas de los vecinos, dicen haber visto ratas aquí -ya lo iba a sacar, me debía dos meses de renta y siempre con la excusa de que al mes siguiente liquidaba todo-, la cantaleta del viejo no detiene las labores de Gerald quien encuentra en una tarjeta de Phillip, la guarda para sí y continúa con el chequeo, pasado 10 minutos, termina su trabajo y le dice al Sr. Henry que lo llamará.

De regreso a su apartamento, Gerald hace una parada en Café Minor, ordena un negro “sin azúcar”, saca las tarjetas y las coloca una debajo de otra, Monsieur Henry y Phillip Jack el constructor, todo pasa muy rápido por la cabeza de Gerald , por instante tiene pequeños cabeceos entreabre los ojos y aparecen en blanco y negro imágenes del apartamento, forcejeos y violencia en su interior, allí estaba Phillip sentado en la sala comiendo pizza, lata de cerveza en mano y el control del televisor en la otra, pero, había algo y Gerald se forzaba en averiguarlo cuando el caliente de su café lo hizo despertar.

Claro, el excusado tenía orina pero la tapa estaba cerrada, muestra inequívoca que el usuario no era un hombre, sino una mujer en ese momento recordó que a Phillip lo frecuentaban mujeres. Llegó a su apartamento, recogió los mensajes de su contestadora, se dio un baño y durmió hasta que despertador marcó las 5:00am.
Jack Levin era sin dudas un duro oficial, formado en las filas de la década de los 60´s, a sus 67 años era aun un viejo roble de la investigación con el que se debía contar a la hora de poner un “Caso Resuelto” a un expediente. Jefe de la división de homicidios de la Policía, tenía al doblar de la esquina su retiro a lo cual se resistía, café en mano y su lentilla de lectura colgada a punta de nariz, lee el matutino hasta que una llamada le informa la visita del detective Gerald Dudier.

Hágalo pasar señorita, la puerta se abre y la secretaria invita al recién llegado a pasar, mientras se retira discretamente, Gerald por un instante se queda absorto, embelesado, pero sin perder la perspectiva, contemplando aquella oficina en donde pocos han podido entrar. Acérquese Dudier dice una voz, pero Gerald no ve a nadie en el escritorio, -estoy acá-, dice Levin, estaba en una salita contigua para reuniones, venga, pase…!; los pasos de Dudier eran lentos, examinaba la madera preciosa que forraba las paredes, la alfombra azul cobalto, los sillones en piel negra reluciente, estantería repleta de libros, diplomas, reconocimientos, condecoraciones, fotos de Levin en su juventud, junto a presidentes y altos oficiales. -Todo lo que ves allí es mierda!-, lo importante está acá, mírame, acá en la cabeza y lo otro aquí en el corazón y lo más importante aquí –hizo un gesto señalando sus genitales-, porque si no tienes estas tres cosas, no eres nada. (continuará)

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