viernes, 28 de marzo de 2008

Una dulce mañana

La luz se había ido, mis ojos se abrieron pesadamente, el abanico de techo aun seguía girando, Gato Barbieri “She is Michelle” sonaba en la radio, la cuaja, estirones del cuerpo y zass, la sábanas en el suelo. Como pude busqué mis alpargatas y tomé el camino hacia el baño, abrí la puerta, encendí la luz y mi rostro apareció en el espejo del botiquín, estaba aun dormido, aproveché para hacer una inspección a mi rostro; -noté algunas arrugas nuevas-, las entradas en la frente eran más pronunciadas.

Tomé el cepillo en la mano derecha y la crema dental en la izquierda, Gato Barbieri seguía tocando, el sonido se colaba por el pasillo y hacía blanco en mis oídos. Empecé a cepillar mis dientes, levanté mi cara y me vi en el espejo, haciendo las mismas muecas de siempre, cuando escupí noté que había sangre mezclada con crema dental, tomé agua, hice una gárgara y volví a escupir y nuevamente acompañada por sangre, me revisé los dientes y noté el problema, tenía las encías inflamadas, detuve el cepillado, lave el cepillo, hice otro buche de agua y cuando lo tiré, noté que algunos objetos sólidos chocaron con el porcelanoso lavabo, giraron alrededor del hoyo del sifón y entraron en el. Me pregunté, -que sería-, miré por el hueco y allí veía los objetos, parecían dientes, -esto me sorprendió- llevé mis manos a la boca y sentía la ausencia de piezas, pero, no sentí dolor, me ví al espejo, abrí la boca y en lugar de los incisivos solo tenía cuatro huecos. Miré nuevamente al hoyo y sentía como se desprendía mis ojos de sus cuencas, cayeron al sifón, allí se juntaron con mis dientes, miré desde abajo hacia arriba y vi mi cara, sin dientes y sin ojos mientas en la radio sonaba Jesse Cook con “Gravity” y con ese cadencioso ritmo de guitarra bajaron mis ojos y mis dientes por el desague.

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